Aquel rostro que tiempo ha amé como a ningún otro ahora me resulta inquietante, frío y distante. Aquella mirada que me llenaba de vida, de calidez, de esperanza, de ilusión, se ha transformado en un pozo vacío, oscuro y profundo. ¿A quién culpar? Da lo mismo, si tenemos la necesidad de encontrar un culpable dejemos que el viento se encargue de arrastrarlo todo a cualquier otra parte.
Galiana